Nos enamoramos

¿Porqué nos enamoramos? Es una pregunta que ronda nuestras mentes, al comprobar que, unas pocas veces a lo largo de la vida flotamos en un sopor de encantamiento hacia otra persona, que no necesariamente corresponde al ideal de belleza humana de los demás. ¿Enamorarnos será el fin de la vida? No lo sé con certeza. Lo poco que sí sé es que algunas personas nos seducen, nos avasallan, con su mirada, sus gestos, su ajuar, su sonrisa, su voz y un sinnúmero de elementos calificativos, donde intervienen desde las cualidades del sujeto seductor hasta nuestros propios gustos.
Es un poco mezclar mis expectativas y lo que quiero ver, con lo que efectivamente se me suministra por medio de otra persona.Si seducir fuera, como lo intenta definir el diccionario, engañar con maña, nosotros seríamos responsables por lo menos al 50% de dicho engaño; si seducir fuera cautivar con algún atractivo, hemos de saber que lo que para mí es irresistible, para otra persona es casual, del montón e inclusive vano.
Enamorarse no es solamente convencer o interesar, pues esto solamente sería un preámbulo a posibles relaciones o uno de sus elementos definitorios y definitivos. Además, podemos estar interesados en personas de las cuales no nos enamoraremos ni por error; el motivo de nuestro interés puede ser histórico, científico, profesional o artístico.
Enamorarse no es solo suscitar admiración, porque admiramos a mucha gente alrededor del mundo lo cual no nos hace necesariamente su enamorado o enamorada.
Enamorarnos tampoco puede ser caer en la tentación, pudiera ser una faceta extraña del proceso pero no la condicionante final porque el tentador quiere hacernos «caer» y hasta aprovecharse de nosotros.
Enamorarnos no es tampoco ver a alguien bello físicamente y quedar anonadado; eso tiene mucho que ver con el deseo sexual pero no con la experiencia cumbre de enamorarse.Pero enamorarnos vá más allá del instinto, del procrear, es algo más cultural y sentimental que rebasa las hormonas y el epitelio; jamás verá usted a dos animales enamorados, verá parejas de macho y hembra en cortejos de fecundación o en procesos de crianza de especímenes jóvenes.

Nos enamoramos, cuando sentimos una sumatoria de los anteriores elementos aunado a una fuerte emoción y, la atracción que sentimos hacia la otra persona es envolvente, cataclísmica e inolvidable.

Pero hablemos claro, al enamorarnos guardamos una desproporción subjetiva en la percepción del mundo, puesto que idealizamos a nuestro objeto de amor y, la fascinación (que hasta cierto punto elegimos sentir y aumentar) resulta del todo imprevisible.Si analizamos el tipo de personas de las que nos hemos enamorado podemos concluir que en general buscamos un prototipo de persona y a esa nos aferramos, consciente o inconscientemente. O sea que la mitad o más del embrujo reside en nosotros mismos, no en el exterior o en el pretendido objeto de nuestro amor.Nuestros gustos condicionan de quién nos enamoramos y la afinidad en muchos de esos gustos, concurren para lograr grandes amores, como de celuloide.

La euforia del enamoramiento es pura seducción, cortejo, juego de poderes y exhibición de encantos. Pero esa etapa transcurre más o menos rápida y no es ese peldaño, el amor estable ni la relación de pareja madura, que tranquila y cotidianamente, con suma prudencia, cariño y gestos del día a día, hilvanan lo suyo.

La diferencia entre un amor perdurable a esas relaciones desechables del momento radica , no en que pasen a estadios más tranquilos del afecto, sino en que la seducción desaparece por completo, llevándose el misterio (y esa sensación de inalcanzable), la admiración, el respeto y el mutuo compartir ideales.Para amar a largo plazo, es como si la seducción hubiera de disminuir (porque al fin y al cabo muchos de sus elementos son ilusorios, impactantes pero perecederos) pero sin desaparecer, para confabularse con cualidades reales y construcciones menos apasionadas y más objetivas.

Nos enamoramos; pocas veces pero sucede.Y usted, ¿cuantas veces se ha enamorado?

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